Espiritualidad

Un Dios que ama sin límites

Muchos han tratado de determinar qué constituye la tarea humana fundamental. Para algunos es ser conocidos y para otros ser amados. Para muchos, es dejar un marca duradera en el mundo para que el impacto de la vida propia siga teniendo significación.

En el centro mismo de cada búsqueda es el sentido de que la vida humana, no importa cuán frágil o pasajera, es de gran valor y este valor es apreciado cuando la vida propia llega a ser verdaderamente consciente del otro. Cada corazón quiere ser estimado, cada mente comprendida y cada voz escuchada.

En las páginas de las Sagradas Escrituras escuchamos que Dios dice: “Antes que te formara en el vientre, te conocí” (Jeremías 1:5), y “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3), y nos damos cuenta de que nuestro Creador nos ama más completa y profundamente que en cualquier experiencia humana. Ese es el amor divino.

Aunque no todo gesto de amor exige una respuesta, nuestro Creador nos ama y entonces nos invita a responder. ¿Qué respuesta quiere Dios a ese amor divino?

Dios quiere que lo conozcamos y amemos. Aún más, Dios quiere vivir en nuestro corazón, pero esta invitación tiene que venir de nosotros. En último término, Dios quiere dejar una marca en nuestra vida que durará por la eternidad.

El sábado

Una cita semanal con Dios

Aunque “¡estoy ocupado!” ha llegado a ser la frase más común del siglo XXI, los científicos están descubriendo que tenemos un mejor desempeño y logramos más si nos tomamos un descanso.

Los adventistas del séptimo día creemos que Dios nos dio el secreto para dar lo mejor de nosotros cuando nos dijo: “Acuérdate del sábado para santificarlo (…); el séptimo día es de reposo (…), no hagas en él obra alguna” (Éxodo 20:8-10).

Para adventistas como Natalie Nawaikalou, el sábado es el día que aguarda con ansias toda la semana. “Es el día cuando no tengo que levantarme a las 05:00 para correr al trabajo, agotada por el tráfico y las ocupaciones”, dice Natalie, una maestra de escuela primaria que pasa tres horas por día viajando al trabajo. “Es el día en el que puedo dedicar todo el tiempo que quiero para estar con Dios, su Palabra, su creación y su pueblo, y no me siento culpable porque no estoy por allí haciendo alguna otra cosa”.

Cada semana, los adventistas tenemos una cita especial con Dios, un descanso sin culpas del trabajo, un día completo para profundizar nuestra amistad con el Creador del universo.

El estudio de la Biblia

No es un libro más

Es el libro más vendido del mundo y, aun así, suele ser el menos leído de cualquier casa. Fue escrito hace varios milenios, y a primera vista puede por cierto parecer irrelevante. El hecho que sea un libro más grande que una novela promedio también puede parecer una propuesta demasiado grande, en especial cuando uno carece de tiempo.

No obstante, la Biblia no es una novela promedio. Es una carta de amor, un libro de historias, una lección de historia, una guía de autoayuda y una colección de citas inspiradoras, todo en el mismo libro.

Investigaciones llevadas a cabo por la Universidad Baylor hallaron que los cristianos que leen la Biblia tienen mayores probabilidades de buscar activamente la justicia social y económica; creen que es importante consumir o usar menos bienes; y tienen menos probabilidades de ver incompatibilidad entre la religión y la ciencia, entre otras cuestiones morales y políticas.

También hay otro estudio publicado en Mental Health, Religion and Culture, que mostró que “la lectura de la Biblia realiza una pequeña pero singular contribución en la promoción de un sentido de propósito en la vida entre los jovencitos de 13 a 15 años”.

Aun así, esas no son las principales razones por las cuales los adventistas estudian la Biblia. Leemos la Biblia para llegar a conocer al Dios que nos ama, para aprender de las historias y experiencias de otros, para descubrir las historias de nuestros orígenes y para quedarnos maravillados ante la profecía, para obtener ideas sobre cuál debería ser nuestra forma de vivir, y para leer las muchas promesas de Dios, que nos dan esperanza, paz y confianza.

En pocas palabras, los adventistas estudian la Biblia porque están enamorados de la Palabra, “y la Palabra era Dios” (Juan 1:1, DHH).

La oración

Conexión directa con Dios

La oración es el simple acto de conversar con Dios. Significa hablar con el Creador del Universo: ya sea en voz audible o con el pensamiento, durante momentos especiales o comunes, cuando estamos en movimiento o antes de ir a la cama. Es el privilegio que tenemos como sus hijos, una conexión directa con Dios. No hacen falta mensajes de voz, ni llamadas en espera.

Algunos ven la oración como una conversación en sentido único o, lo que es peor, una conversación con uno mismo. No obstante, los estudios han mostrado que la oración no solo mejora nuestra calidad de vida, sino que en realidad tiene el poder de sanar. Los científicos dicen que las interacciones con Dios por medio de la oración nos dan la capacidad de manejar mejor nuestras emociones negativas y reducir la agresión hacia otras personas.

Según los investigadores Marek Jantos y Hosen Kiat, “(La oración) debería ser reconocida como un importante recurso para enfrentar el dolor y la enfermedad, y para mejor la salud y el bienestar general”. La Biblia promete incluso que cuando oramos, experimentaremos “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7).

A pesar de ello, los adventistas del séptimo día no oran tan solo por causa de su salud y bienestar. Como lo expresó la escritora cristiana Ellen White, “la oración es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo”.

Es lo que motiva y desarrolla nuestra relación con Él, y cuando dedicamos tiempo a hablar directamente con Dios, descubrimos que él se toma tiempo de responder, y nos transforma con su amor.

La profecía

Una continua conversación

La globalización y los cada vez más numerosos medios de viaje facilitan que los seres queridos vivan lejos. Las relaciones a larga distancia son cada vez más comunes, ya sea entre socios separados por trabajo, un hijo que se muda a otro lugar para estudiar, o los amigos que contraen matrimonio con gente de diferentes ciudades.

No resulta sorprendente, WhatsApp ha llegado a ser una de las aplicaciones con más usuarios en el mundo. En febrero de 2017 la compañía anunció un hito: mil millones de usuarios activos en todo el mundo, que envían 42 mil millones de mensajes y 1600 millones de imágenes cada día.

En lo que respecta a nuestros seres queridos, queremos estar en contacto, más allá de la distancia. Aunque los adventistas del séptimo día creen que la profecía es una “predicción de lo que sucederá en el futuro”, también sabemos que tiene que ver con mucho más: tiene que ver con el profundo deseo divino de estar el contacto con los que ama, es decir, con nosotros.

A lo largo de la historia, Dios usó a los profetas para consolar a sus amados hijos y darles orientación, instrucción y corrección. Cuando perdieron el camino, les envió “profetas para que los hicieran volver a Jehová” (2 Crónicas 24:19). Cuando comenzaron a desesperar, les envió profetas para animarlos. Y cuando necesitaban hablar con alguien, Dios escuchó y respondió mediante sus profetas.

Los profetas de Dios son sus mensajeros, designados para hablar sus palabras (Deuteronomio 18:18). La naturaleza humana tornó imposible que veamos a Dios cara a cara. Pero solo porque tengamos que mantener la distancia no significa que él tiene que permanecer silencioso.

Los adventistas creen que las profecías son la manera que tiene Dios que continuar dialogando con nosotros. Y en último término, es el espíritu de profecía quien da testimonio de Jesús (cf. Apocalipsis 19:10), el epítome del mensaje de amor de Dios, de que él habría de morir por nosotros para salvarnos.